Que las nuevas tecnologías han traido consigo un sinfín de cosas buenas no es un hecho discutible. Que las redes sociales han abierto puertas y ventanas a un mundo de posibilidades, tampoco creo que sea ninguna novedad. Que todo este nuevo ecosistema ha cambiado la forma en la que nos relacionamos, en la que disfrutamos de los momentos, la manera en la que contamos nuestra realidad, esto, esto si que es digno de un minucioso estudio que hoy necesito y quiero compartir con todos vosotros.
Las redes sociales (mayoritariamente) nos abren oportunidades de exposición al mundo que bien gestionada y buscando siempre la autenticidad, puede generar un retorno muy, muy positivo. Hasta aquí todo correcto. Ahora bien, cuando nuestra presencia, esencia y realidad se nos va de las manos y comienza a dar vueltas y vueltas sin sentido, entramos en el peligroso juego de inventar una vida que para nada se corresponde con la realidad. Y de repente te encuentras con miles de “amigos” o “followers” que te siguen, te adulan y te idolatran y que te hacen entrar en una espiral de ego, que si no sabes controlar puede tener repercusiones muy negativas. De repente te ves relacionado con personas a las que hasta que nos has ganado notoriedad o visibilidad no importabas nada y que ahora, justo ahora que te conviertes en un recurso que pueden usar, entonces si puedes formar parte de su círculo.
Un mundo lleno de selfies, de frases hiperpositivas, de “likes” o de pies descalzos deseando zambullirse en paradisiacas playas o reposar en tumbonas de rayas de colores. Sin duda un mundo ideal y maravilloso. Pero también un mundo con días malos, momentos complicados y situaciones dificiles de afrontar o superar. Una mezcla de ambas, porque al fin y al cabo la vida no es más que eso, un cadena de buenos y malos momentos, necesarios los unos para los otros.
Un mundo en el que la necesidad de aprobación y de exposición continua pueden llegar a ocasionar verdaderos transtornos (por supuesto siempre que esta situación te controle a ti y no al contrario. Todo lo demás, realizado de manera consciente, bienvenido sea) y que si no somos capaces de controlar a tiempo pueden generarnos verdaderos problemas en todos los ámbitos de nuestra vida. Los cimientos de nuestro día a día deben estar sustentados entonces en la consistencia, veracidad y el hecho de ser consecuentes con los que decimos y hacemos. Y en la vida 2.0 y aún más, aquella referente al ámbito profesional, esta premisa debe funcionar mejor si cabe. Hacer coincidir aquello que hacemos con lo que verdaderamente pensamos y con lo que transmitimos a los demás.
Cada cual puede hacer la lectura que estime más conveniente, es más, me encantaría conocer vuestra opinión al respecto. De lo que si estoy seguro es de que hoy mejor que mañana, todos deberíamos pararnos un momento e intentar actuar buscando esa esencia, originalidad y frescura que los selfies, smartphones y postureos varios, en muchos casos, nos están robando.
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